Más allá de su fama como instrumento de adivinación, el tarot es una herramienta poderosa de crecimiento personal y conexión interior. Así lo defiende la tarotista andorrana Esther Sánchez, conocida en redes sociales como La Musa del Tarot, quien promueve una visión renovada y luminosa de esta práctica milenaria, lejos de los tópicos que durante años la han rodeado.
Para Esther Sánchez, el tarot no es un medio para predecir el futuro, sino un lenguaje simbólico que permite escuchar los mensajes del alma. En su práctica, combina el tarot con los registros akáshicos y la conexión con el yo superior, en un enfoque canalizado que busca ofrecer guía desde la luz y no desde el miedo.
«Mi tarot es akáshico. Antes de tirar las cartas, conecto con la energía del consultante, con su alma, con la tierra y con el universo», explica. «No se trata de predecir, sino de acompañar procesos internos, aportar claridad y recordar quiénes somos realmente».
A diferencia de enfoques más tradicionales o comerciales, Esther subraya que su trabajo se basa en el respeto, la ética y la intención sanadora, y rechaza prácticas como los «amarres» u otras manipulaciones energéticas. “Yo solo trabajo con luz. El tarot, bien utilizado, puede ser una puerta a la verdad personal, nunca una herramienta de control o dependencia”, asegura.
Aunque el tarot tiene raíces muy antiguas, su simbología sigue siendo totalmente vigente. Las cartas funcionan como espejos del inconsciente, ayudando a verbalizar bloqueos, emociones o intuiciones que a menudo no sabemos cómo interpretar. “En un mundo acelerado, el tarot nos ofrece una pausa y un espacio para reconectar con nosotros mismos”, apunta.
Además de sus lecturas personales, Esther ha explorado otras herramientas de sanación como el reiki y la meditación cuántica, que le han permitido profundizar aún más en el enfoque espiritual de su trabajo. “Volví al tarot con más experiencia y madurez, y entendí que podía ser una vía de servicio a los demás”, afirma.
Lejos del misticismo oscuro o el espectáculo, Esther defiende que el tarot puede tener un lugar digno y útil en la vida cotidiana de cualquier persona. “No hace falta creer en nada raro, solo tener curiosidad por conocerse mejor”, explica. “Vivimos en una época donde la tecnología avanza rápido, pero también necesitamos herramientas para mirar hacia dentro. El tarot puede ser una de ellas”.
Para ella, lo importante es que el tarot no impone respuestas, sino que invita a abrirse a una nueva perspectiva y a tomar decisiones desde un mayor nivel de consciencia.
En resumen, el tarot —cuando se utiliza con intención, respeto y conexión— no es magia ni superstición, sino una herramienta simbólica que ayuda a iluminar el camino personal de quien lo consulta. Una brújula interior para recordar lo que ya sabíamos, pero habíamos olvidado.